En estos
días en que conmemoramos el bombardeo de Gernika, queremos traer a
colación la magnitud de la limpieza política franquista tanto en su
consideración global como en lo que respecta a Navarra, expresada
tanto en términos absolutos como en términos relativos.
Las
estimaciones más ajustadas en términos cuantitativos acerca de la
magnitud de la represión franquista en el conjunto del Estado hablan
de 100.000 asesinados durante la guerra, otros 50.000 asesinados
desde el final de la guerra hasta 1949, 500.000 presos en cárceles y
campos de concentración y 450.000 refugiados en los primeros tres
meses de 1939. Unas cifras ciertamente espectaculares y ante las que
no caben matizaciones.
Prosiguiendo
con las cifras absolutas, los datos de algunas provincias, por su
carácter mayúsculo, siguen invitando a la reflexión sobre el
significado de lo vivido y sobre la legitimidad del movimiento de
recuperación de la memoria de aquellas víctimas. Los 9.500
asesinados en Córdoba, los 8.000 de Sevilla, los 7.000 de Málaga,
los 6.500 de Zaragoza, los 6.000 de Asturias, los 5.500 de Huelva,
los 5.000 de Granada, los 3.700 de Toledo, son, teniendo en cuenta
que en el listado de base (tomado de “Apéndice. Las cifras. Estado
de la cuestión”, en JULIÁ, S. (Coord.), Víctimas de la guerra
civil, Temas de Hoy-Colección Booket, 2006, pp. 407-413) faltan
los datos de algunas provincias como Madrid o Barcelona en las que la
represión tuvo que ser de muchos miles, francamente espeluznantes.
La circunstancia de que en lo que queda de artículo manejemos, sobre
todo, valores relativos, con el fin de ponderar comparativamente las
cifras de Navarra no deben, a pesar de todo, hacernos olvidar lo
tremebundo de los números absolutos de la represión en muchas
provincias ni el hecho de que la tragedia fue ubicua.
Pasando ya a
una escala comparativa, en el análisis geográfico de esa represión,
Navarra, epicentro de la conspiración contra la República, ocupa
una posición especial. Aunque si utilizamos indicadores toscos de la
misma, los valores navarros no son sobresalientes, sí que aparecen
como tales cuando empleamos tasas más refinadas, tal y como hemos
efectuado en nuestras investigaciones acerca de la materia y
presentes en el libro Sartaguda 1936. El Pueblo de las Viudas
y también en algún artículo disponible en Internet.
Si nos
fijamos en las cifras de asesinados por cada mil habitantes, la tasa
navarra de 8,3 es sobrepasada con holgura por las de Huelva (15,4),
Córdoba (14,3), Zaragoza (12,2) y Málaga (11,4), pero no dista
mucho de los niveles ligeramente inferiores al 10 por ciento de
Sevilla (9,9) y de la Rioja (9,8). Utilizando ese primer indicador,
la intensidad de la limpieza política en Navarra se habría situado
algo por encima de la registrada en Asturias (7,5), Granada (7,8) y
Toledo (7,7), siendo bastante superior a la de la mayoría de las
demás provincias. Con todo, no hay que olvidar que, si limitamos
nuestra mirada a aquellas provincias que fueron desde el primer
momento zona de retaguardia
del bando sublevado, la tasa navarra sería superada sólo por la
riojana, multiplicando por varios enteros la segoviana y la soriana.
En cambio,
un segundo indicador más elaborado y preciso, por cuanto introduce
una ponderación relativa a la población en riesgo de ser asesinada,
resalta lo acaecido en nuestra tierra y lo coloca en los niveles
comparativamente más elevados. Este indicador alternativo es la tasa
de asesinados por cada mil votos al Frente Popular, correspondiéndose
las cifras de votos a esa candidatura con el número de votos del
candidato más votado de la lista del Frente Popular en cada
provincia. Este indicador sirve para las provincias en las que la
población en riesgo de ser asesinada por su carácter
ideológicamente opuesto al de los sublevados se correspondía en una
elevadísima medida con la de la población votante al Frente Popular
(no valdría, por lo tanto, para provincias como Guipúzcoa o Vizcaya
en las que el nacionalismo vasco tenía una importante presencia
electoral) o en las que las víctimas de la represión fueron en su
inmensa mayoría las afines a esa opción política, circunstancia en
la que, al igual que sucede con la mayoría de las provincias, se
encuentra Navarra a causa de concurrir la segunda circunstancia. Por
otra parte, aunque tampoco es ni mucho menos exacto por otras dos
razones (más que por la incidencia de la conducta política de
anarquistas que en aquellas elecciones abandonaron su postura
abstencionista para votar a la coalición de izquierdas, porque los
votantes debían ser mayores de 23 años y entre los asesinados por
la violencia facciosa había personas que no llegaban a esa edad),
este segundo indicador es el único que puede incorporar un cierto
dimensionamiento real de la magnitud represiva al integrar la cuantía
de la población directamente reprimible.
Según este
segundo cociente la limpieza política registrada en Navarra aparece
en toda su crudeza. El valor navarro de 81,7 asesinados por cada mil
votantes del Frente Popular constituye la tasa con diferencia más
elevada de toda la tabla. Los siguientes valores son los de Huelva
(68,5), Córdoba (60,6), Zaragoza (58,8), Rioja (56,0), Málaga
(52,1) y Granada (50,5).
Unos datos
que alteran nuestra percepción acerca de lo vivido en nuestra
tierra. Navarra, la Covadonga insurgente parafraseando un
libro, clásico ya de la historiografía, que analizaba las razones
del éxito movilizador del voluntariado navarro en julio del 36, si
bien olvidándose de los aspectos colaterales que estamos apuntando,
fue también el territorio de la brutalidad y del comportamiento
despiadado para con el desafecto, constituyendo la gestión de la memoria de aquellas víctimas una tarea que difícilmente puede darse, a pesar de todos los avances, por acabada.
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