Las terribles cifras sobre el desempleo suministradas esta semana por la Encuesta de la Población Activa, la mejor estadística existente sobre el componente humano del mercado de trabajo, correspondiente al primer trimestre del año 2013, resultan ser mucho más graves si cabe si las abordamos desde un enfoque comparativo.
Ese enfoque es el que utilizaba Kiko Llaneras hace algo menos de un año en una entrada (Gráfico de una anomalía: España y su paro histórico en Europa y la OECD (II)) que reelaboraba otra sobre el mismo tema del mismo autor, publicadas ambas en el magnífico blog El Politikon, y en las que se servía de un más que elocuente cuadro con los datos de paro de cada uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) desde 1980 hasta 2010, cuadro que se complementaba con una serie, muy expresiva asimismo en relación con diferentes aspectos, de mapas y gráficos.
En aquella entrada se subrayaba que el reino de España ha pulverizado todos los récords en materia de desempleo a lo largo de las últimas tres décadas en diversas cuestiones. Entre 1980 y 2010 España ha registrado siempre la tasa de paro promedio 1980-2010 (16,8%) más grande de toda la OCDE, tasa de paro promedio que duplica holgadamente la media del universo considerado en esos treinta años, del 7,5%. Asimismo, España posee el récord absoluto de tasa de paro anual con el 23,9% de 1994 y las cifras más altas todavía de 2012 y 2013, habiendo sido escasos, y sólo puntualmente, los países que se han acercado al 20% en alguna ocasión. Por último, hasta 2010 España era el único país OCDE que había superado el 20% de paro… en tres periodos distintos (1985, 1994 y 2010). La mayoría de los demás países jamás se han acercado a esta cifra y han registrado tasas de paro máximas muy inferiores, Francia (12,6%), Italia (12,1%), Países Bajos (11,9%), Reino Unido (11,8%), Alemania (11,1%), Suecia (10%), EEUU (9,7%), Portugal (9,5%), Noruega (6%), o Suiza (4,4%).
En lo que hace al efecto de la actual crisis en los diferentes países de la OCDE, Llaneras subraya que España es el país donde con más aumento del paro durante la crisis, no comprobándose en muchos otros estados ascenso del desempleo en la actual coyuntura crítica, lo cual cabe atribuir a la especificidad aquí inherente a un modelo económico basado en la construcción cuya irracionalidad y falta de consistencia a medio plazo escapó, por lo visto, a la mayoría de los expertos y medios de comunicación.
El mismo autor unos meses antes había subrayado en otra entrada diversas características del paro en España, acompañándolas de abundante aparato gráfico, que destacan en relación al resto de Europa. Entre ellas la radicalmente asimétrica distribución por regiones del desempleo, la altísima incidencia del paro de larga duración de los más altos, y la enorme cuantía del nivel de paro juvenil. En aquella entrada, subrayó asimismo la acusadísima tendencia de la economía española a ajustar mediante despidos y no mediante bajadas salariales, algo que en el último año está cambiando a causa de la última reforma laboral y de los convenios aplicados por las empresas a su amparo, así como la pronunciada dualidad del mercado de trabajo español, algo que también está en curso de modificación mediante la reforma mencionada.
De hecho, como van demostrando, se está produciendo en el sector privado de la economía un fuerte debilitamiento de los trabajadores con contratos fijos, relativamente poco expuestos al desempleo y la rotación laboral, y relativamente bien remunerados, aumentando el trabajador precario con contratos temporales o a tiempo parcial y con salarios sustancialmente más bajos y con pautas socioeconómicas ciertamente diferenciadas a las de aquéllos. La dualidad y la precarización, concentrada hasta hora en determinados colectivos como las mujeres, los jóvenes, los inmigrantes y los trabajadores con menor nivel educativo se están expandiendo hacia colectivos hasta ahora más protegidos por la negociación colectiva.
No quiero terminar sin hacer referencia a tres cuestiones. La primera se refiere a la circunstancia de que, siendo la situación de la mitad sur de España absolutamente tremebunda, incluso los mejores registros de algunas comunidades autónomas españolas desmerecen altamente en relación con los niveles de la mayoría de los países del entorno europeooccidental, tal y como es fácil comprobar si cotejamos los de aquéllos de la última EPA con los de los segundos presentes en la tabla del primer artículo de Llaneras. El nivel del 19 por ciento de Navarra y la Rioja, el 20,3 de Madrid, el 20,9 de Cantabria, el 22,3 de Galicia, el 22,4 de Aragón, el 22,7 de Castilla y León, el 24,5 de Cataluña, son altísimos cotejados a escala internacional, e incluso el 16,3 de la CAV también lo es.
La segunda tiene que ver con que la destrucción del tejido productivo está siendo de tanta magnitud a lo largo de estos cinco de crisis, auténtica depresión cuyo final no se adivina y que se prolongará con toda seguridad durante varios años más, que hay motivos para estar seriamente preocupado por las posibilidades de recuperación, por las vías por las que ésta podría sustanciarse y por los efectos sociales, económicos y políticos que podrían derivarse. Las medidas adoptadas que tienen que ver con la deuda privada, la deuda pública y el gasto público, conforman un círculo vicioso letal que no permite configurar alternativa seria alguna, ni creíble, al erróneo modelo de crecimiento económico de los últimos quince años. Además, siempre habrá que tomar en cuenta que en el mundo globalizado actual en la batalla de la producción de bienes y servicios no sólo cuentan los agentes regionales o nacionales más próximos: agentes de otros continentes, que en los últimos lustros han articulado sistemas económicos eficientes, pugnarán por cuotas cada vez mayor de la producción total.
Por último, la gravedad de la situación es tal que ni siquiera pueda pensarse en la incidencia positiva de un factor atenuante mencionado por los expertos hace una decena de años. Al contrario que en el primer pico del desempleo de 1975-1985 y que en el segundo pico de 1992-1995, en los que el paro creció por la acción de factores económicos, pero también por la de factores demográficos (el regreso de inmigración exterior, la incorporación de mujeres al mercado laboral y la llegada de las pobladas cohortes del baby boom en el primer caso y los dos últimos elementos en la segunda situación), la caída del número de nacimientos de los años 1978-1990 iba a suponer un descenso acusado de la presión demográfica sobre el mercado laboral. Ese escenario teórico fue modificado por la fuerte llegada de mano de obra exterior desde finales de los noventa hasta que la consolidación del bache económico convirtió a España en un destino migratorio poco apetecible e incentivó los retornos. Sea como sea, el regreso a una actividad económica normalizada será lo que corroborará en el futuro aquellas positivas expectativas de inserción laboral en un mercado distendido para quienes ahora están entre los 23 y los 35 años, tramos de edad de los comprendidos entre aquellas fechas límite del proceso de caída de la fecundidad. De momento, esas cohortes están sufriendo con inusitada dureza en sus propias carnes el impacto de la recesión económica, planteándoles la certidumbre de que no conseguirán reproducir el nivel de renta alcanzado por sus padres y que la meta del progreso indefinido, al menos en el plano personal, es ahora, a pesar de los esfuerzos y de las inversiones, un eslogan de muy difícil materialización.
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