La variabilidad, según los
pueblos, de la limpieza política en la Ribera de Navarra también ha sido comprobada en la Rioja, una región vecina en
la que la represión fue, asimismo, mayor allí donde el sindicalismo agrario de
clase tenía más fuerza, donde la izquierda tenía más apoyo electoral y donde
más acciones colectivas de protesta había habido. Es remarcable que las
localidades navarras donde la limpieza política fue más intensa, eran
adyacentes o estaban relativamente próximas a las zonas riojanas en las aquélla
fue mayor. En el partido judicial de Logroño se contabilizan 595 asesinados,
504 en el de Calahorra, 253 en el de Alfaro, 190 en el de Arnedo.
Gil Andrés ha insistido que en la
necesidad de profundizar en el hecho de por qué en unos pueblos la violencia
fue más intensa y cruel que en otros y por qué hubo, junto a quienes
participaron en la represión, quienes no denunciaron a nadie e incluso ayudaron
a los perseguidos. En la Rioja,
según el mismo autor, “Hubo pueblos donde
la estructura de la propiedad de la tierra, las divisiones sociales y los
conflictos previos eran muy parecidos y, sin embargo, el grado de violencia que
sufrieron sus habitantes fue muy diferente” a causa de la acción de “un
factor muy importante: la actuación concreta, en cada caso, de los poderes
locales”. “Hubo lugares donde las voces
oportunas del alcalde nombrados por los rebeldes, del párroco local o de un
terrateniente con relaciones clientelares impidieron que se cometieran
asesinatos o, al menos, intentaron frenar la espiral del terror homicida
mediando ante la guardia civil o los dirigentes de las milicias de requetés y
falangistas”, siempre y cuando fueran “personas de reconocido prestigio dentro
de la comunidad que, por supuesto, no fueran sospechosos de desafección al
<<Movimiento>>”. Con todo, además de la acción de los poderes
locales, no hay que olvidar que personas corrientes participaron en las purgas
en una dinámica de vecinos contra vecinos, personas “normales que no representaban ni al capital, ni a los militares ni al
clero”, “pequeños labradores, muchos
de ellos también jornaleros”, corroborando “que la infamia, la barbarie y el crimen habitaron entre nosotros”.
Gil Andrés,
por lo tanto, diferencia un doble plano causal. Uno de ellos, serían los más
estructurales o globales, citando aquí cuatro factores como explicativos de la
represión: “El terror totalitario
impuesto desde arriba, la existencia de conflictos sociales previos, la
implicación decidida de los poderes locales en el proceso de limpieza política
y la capacidad de discurso ideológico, nacionalista y religioso para movilizar
a los ciudadanos corrientes, fundamentalmente a los pequeños propietarios
campesinos” Más allá de ese plano, habría otro que atendería a las razones
más personales: los ajustes de cuentas, las rencillas y las rivalidades
personales y familiares. Esas cuestiones
privadas estarían relacionadas “con los problemas fundamentales de las
comunidades rurales, desde el control y el uso de los recursos comunales,
pasando por la estructura de la propiedad de la tierra, la función social de la Iglesia, el peso de los
poderes locales en un escenario de amplia movilización política y el conflicto
existente entre identidades cruzadas como la clase, el género, la edad, la
nación, la religión o el sentimiento de pertenencia a la comunidad, un complejo
entramado de relaciones interpersonales cruzadas por el parentesco, la amistad
y la vecindad” .
La colisión
entre los dos planos determinó las dimensiones de la masacre. Por un lado,
quienes detentaban el poder de decidir sobre la vida de las personas pudieron
obligar a algunos, tal y como decía un informante riojano, a “matar y ensuciarse las manos, porque así ya
no pueden volver atrás”, porque “el
que tiene las manos sucias ya es más papista que el Papa, ya no se vuelve atrás” . Por otro, en una situación en que la
tibieza o la pasividad están mal vistas, la colaboración con las milicias
locales era un salvoconducto que “para
los más significados es el camino de la promoción social y la recompensa
económica; para los jóvenes, un rito de iniciación política y de integración en
el colectivo de los vencedores; para la mayoría, un resguardo que limpia un
pasado peligroso y pone a salvo a la familia en un entorno tan inseguro como
amenazante como el de la comunidad rural”. Así, las conciencias
individuales basadas en la identidad comunitaria fueron contaminadas por la
propaganda, el adoctrinamiento y la disciplina, consiguiendo las invocaciones
ideológicas deshumanizar al contrario, despojarle de los rasgos que lo
identificaban como vecino .
En una línea similar a la de Gil
Andrés para la Rioja
se han manifestado otros autores como Cobo Romero para Andalucía. Para este
autor, “Sin lugar a dudas, la persistente
propaganda orquestada por las autoridades militares y civiles del bando
rebelde, y la permanente alusión a los <<declarados enemigos de la
patria>>, debieron hacer mella entre la población común. Y una
innumerable multitud de individuos movidos por el miedo a sufrir represalias,
por el deseo de verse reconocidos como auténticos leales a las autoridades
militares recién instauradas, o por la simple satisfacción de sus deseos de
venganza contra todos aquellos con los que habían sostenido frecuentes disputas
de todo tipo en el conflictivo periodo histórico inmediatamente precedente, se
aprestó a practicar toda suerte de delaciones. Haciendo llegar a las
autoridades militares, y las fuerzas del orden público, infinidad de
acusaciones particulares contra los integrantes de aquellos colectivos sociales
cuya depuración, aniquilamiento o exterminio se propugnaba como objetivo
inmediato. La participación en una auténtica orgía de venganza contra los
identificados como <<enemigos de las esencias católicas, tradicionalistas
y patrióticas>> de la nación hispana favoreció la solidificación, en el
todavía confuso magma social adscrito al bando rebelde, de una informe multitud
de lazos simbólicos. Contribuyendo, de esta manera, a la generación de una
poderosa conciencia de pertenencia, entre todos cuantos colaboraban en las
labores de exterminio y aniquilamiento de los <<antipatriotas>>, a
un selecto grupo de protagonistas de una labor de profunda regeneración de la
raza” .
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