El pasado domingo día 25
el diario El País publicó un reportaje sobre las exhumaciones de fosas comunes de republicanos fusilados en
la guerra civil llevadas a cabo a finales de los años setenta en la
Rioja y en Navarra, subrayándose la activa labor de apoyo a las
comisiones de familiares de aquéllos desarrollada por una serie de
curas navarros, entre ellos, Victorino Aranguren, Eloy Fernández,
Dionisio Lesaca, Vicente Ilzarbe.... Según se recuerda, hasta 1981,
estas comisiones de sacerdotes y familiares recuperaron a 3.501
fusilados en 56 pueblos de Navarra y 10 de La Rioja, elevándose
panteones y monumentos de conmemoración y recuerdo tras la posterior
inhumación en el cementerio local.
Un artículo de Roldán
Jimeno (“Memoria historikoaren berreskurapenaren hastapenak
Nafarroan (1974-1980)”, Mikel Errazkin Agirrezabala y Juantxo
Agirre-Mauleón (argk.), 1936ko gerra Euskal Herrian: Historia eta
memoria, Bilbo, Udako Euskal Unibertsitatea, 2009, pp. 155-163)
sirve para complementar respecto de Navarra las informaciones
proporcionadas en el reportaje antes mencionado dado que el mismo
está, sobre todo, focalizado en la Rioja, seguramente por la mayor
proyección hacia el presente que tienen en nuestra tierra las
políticas de gestión de la memoria y de reconocimiento de las
víctimas.
La génesis del asunto
surgió en una reunión asamblearia de obispos y sacerdotes celebrada
en Madrid en 1971 en la que se propuso pedir perdón por parte de la
Iglesia por no haber sabido “ser, a su debido tiempo, verdaderos
ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo dividido
por una guerra entre hermanos”. Ese texto, redactado por Aranguren
y que no obtuvo los votos suficientes para salir adelante, se
insertaría en la homilía del funeral por los fusilados de Falces.
Posteriormente, en un
cursillo de Teología celebrado en octubre de 1974 en Pamplona y
dirigido a sacerdotes se acordaría, tras considerarse la necesidad
de confección de una lista de los fusilados de Navarra, encargar
dicha tarea a Víctor Manuel Arbeloa y a José María Jimeno Jurío.
Aunque la iniciativa no prosperó por las diferentes trabas que
surgieron, entre otras, el rechazo del Presbiterio Diocesano de 24 de
febrero de 1975, Jimeno Jurío prosiguió por su cuenta con el
trabajo y comenzó a publicar los resultados de sus investigaciones
en 1977 en Punto y Hora de Euskal Herria, lo que le valió las
amenazas de la ultraderecha, por lo que interrumpió sus trabajos. Ya
anteriormente, el 26 de agosto de 1975 un cura navarro de la Ribera
del Ebro publicó una carta en el Diario de Navarra en la que se
mencionaba que “hay que reconocer los hechos (…), hay que
dignificar a los fusilados y a todos los humillados durante la
guerra, hay que pedir perdón a los ofendidos y proclamar la
reconciliación”.
El primer pueblo navarro
en que se homenajeó a los fusilados fue Marcilla, con una misa
celebrada el 5 de marzo de 1978. Antes, se habían recuperado los
restos de los asesinados en Cervera del Rio Alhama, localidad
mencionada en el reportaje arriba citado, el 2 de septiembre de 1977.
A partir de febrero de
1978 dio comienzo, tras una serie de reuniones en Peralta, la
denominada Operación Retorno que serviría para la
recuperación de restos de asesinados de varios pueblos. La
iniciativa, de la que disponemos de una magnífica monografía obra de
su principal impulsora, Josefina Campos Orduña (Los fusilados de
Peralta, la vuelta a casa (1936-1978). Operación Retorno,
Pamplona, Pamiela, 2008) irradió a muchos otros lugares y a pensar
de contar con el apoyo del obispo de Pamplona y Tudela José María
Cirarda, no fueron pocos los sinsabores y dificultades que tuvo que
afrontar.
El homenaje peraltés se
concretó el 8 de octubre de 1978. Después, vinieron los de Falces
(18 de enero de 1979), Andosilla (18 de febrero de 1979), Cárcar (25
de febrero de 1979) y Caparroso (25 de mayo de 1979). En 1979 se
hicieron homenajes en Funes, Santacara, Larraga, Villafranca, Sesma,
Mélida, Valtierra, Sartaguda, Mendavia, Arguedas, Milagro,
Fustiñana, Lakuntza, Lodosa, Lerín, Arbizu, Cadreita, Olite,
Carcastillo, Cáseda, Monteagudo, Aibar, Murillo el Fruto, Fitero,
Ribaforada, Gallipienzo, Cortes y Buñuel. Del año 1980 datan los
homenajes de San Adrián, Allo, Corella, Murillo el Cuende, Beire e
Ituren y de 1981 los Lumbier, Los Arcos, Cascante y Puentelarreina.
Por lo que respecta a la Rioja en 1979 se realizaron actos de
homenaje y entierro en Alcanadre, El Villar de Arnedo, Pradejón,
Aldea Nueva de Ebro, Ausejo y Rincón de Soto y en 1980 en Alfaro y
Arnedo.
A pesar de la importancia
de la colaboración de muchísimas personas anónimas, destacó la
labor de Josefina Campos de Peralta, Terencio Ruiz de Cárcar,
Vicente Ilzarbe de Andosilla, Javier Vesperinas de Marcilla y
Salvador de Miguel de Sartaguda. A ellos, desde un presente en el que
se estima que un millar de asesinados navarros continúa todavía sin
ser recuperado, nuestro reconocimiento por su lección de entrega y
de civismo.