jueves, 19 de abril de 2012

FASA: UN EPISODIO PREVIO DEL AÑO 1936



La resurrección del asunto FASA en un libro publicado recientemente por el Gobierno de Navarra acerca de la transición en Navarra entre 1979 y 1982, y cuyos autores son Joaquín Gortari Unanua y Juan Cruz Allí, nos trae a la memoria un negrísimo episodio relacionado con aquella empresa acaecido en 1936, que ya fue narrado anteriormente en un reportajedel Diario de Noticias. De él informó Marino Ayerra en su obra Malditos seáis. No me avergoncé del Evangelio, el libro fundamental, junto con el de Galo Vierge, de la literatura testimonial navarra sobre el holocausto padecido por quienes eran miembros de los partidos y sindicatos contrarios al golpe de estado. Ese suceso se refiere al fusilamiento en Alsasua de Joaquín Lizarraga Martínez, dueño de la empresa Fundiciones de Alsasua, así como de dos de sus hijos, Sabino (éste agente comercial de aquélla) e Iñaki, todos ellos simpatizantes del Partido Nacionalista Vasco. Mientras el padre habría sido asesinado en Alsasua el 9 de octubre de 1936, Sabino lo sería en Olazagutía dos días más tarde, mientras que la ejecución del otro hijo, Iñaki, habría sucedido, dos semanas antes, el 24 de septiembre, seguramente en San Sebastián.

Joaquín Lizarraga era consejero de Fundiciones de Alsasua, empresa surgida de otra unos años antes, y también era alto empleado de la Siderúrgica del Mediterráneo y Presidente de la Legión Católica de Bilbao, esto último algo que se puede corroborar en los números del periódico El día de 5 de junio y de 10 de junio de 1930. Precisamente en este último número se reproduce parte del discurso que dio en un acto organizado por aquella entidad en San Sebastián y del que se desprende su profundísimo catolicismo. El periodista que informó del mismo comentó de Lizarraga que era “hombre fundamentalmente práctico, de un gran sentido de la realidad” y, de entre los aspectos que mencionó de su disertación, citó “la necesidad de que todos los seglares se agrupen para luchar activa y tenazmente contra organizaciones contrarias que van invadiendo las esferas de la vida con desastrosas consecuencias morales y sociales”. En 1933 figuraba como representante de la Federación Católico Agraria de Vizcaya en un jurado de un concurso de ideas sobre materia económica.

En el relato de Ayerra se ahonda en esas características al mencionarse que era “católico, piadoso, humanitario”, añadiéndose, además, que era “abierto generosamente a todas las reivindicaciones obreristas, según testimonio unánime y emocionado de todo el pueblo de Alsasua”, en línea con actitudes que tendrían que ver con las corrientes católico-sociales. En las conversaciones mantenidas con el hijo de Joaquín, Sabino, éste también manifestaba que no se arrepentía de sus convicciones nacionalistas y en el terreno social por pensar que así se contrarrestaba “la obra antisocial y anticristiana de otras tendencias irreligiosas”.

Ayerra narra que el golpe de estado le había sorprendido a Lizarraga en San Sebastián y que, tras la toma de la capital guipuzcoana, optó por trasladarse a Alsasua por creerse allí más seguro contra cualquier eventualidad de los primeros momentos. No obstante, su viaje a Alsasua vendría a explicarse por la circunstancia de que su hijo Sabino estaba ya para entonces en la cárcel habilitada en aquella localidad y en la que ambos llegaron a coincidir sin verse. Ayerra explica que, a su llegada, Joaquín Lizarraga se presentó por su propia iniciativa en la Comandancia militar. En su inocencia, Lizarraga no creyó inconveniente declarar cuáles eran sus ideas, toda vez que no dejó de aportar detalles de aquéllos a cuyo favor había mediado ente las autoridades republicanas en San Sebastián, pensando que ello le podría servir como salvoconducto en la nueva situación. La consideración por parte del comandante militar Solchaga de que Lizarraga habría gozado “de gran prestigio y consideración entre los rojos” para efectuar aquella tarea mediadora habría sido para Ayerra la causa última de su ejecución.

Por lo tanto, el componente religioso y el prestigio en el asociacionismo católico de los Lizarraga no sirvió para escapar de la muerte a los tres miembros de esta familia, marcada por su militancia nacionalista. Por otra parte, la entrada en el accionariado de Fundiciones de Alsasua de ilustres personajes del bando ganador, de lo que da noticia el reportaje periodístico antes citado y alguno de los cuales se habría mantenido en el consejo de administración hasta finales de los años setenta, constituye una prueba de que la eliminación del adversario durante la guerra civil en nuestra tierra por parte de los alzados carlofascistas tuvo muchas más aristas que las que tradicionalmente se han subrayado, ya que a aquéllo habría que añadir el expolio económico, no sólo en contextos agrarios, sino también en ámbitos industriales, una cuestión todavía muy poco estudiada, al igual que las ventajas obtenidas en la esfera de lo económico por quienes detentaron el poder institucional en exclusiva en nuestra tierra durante cuarenta años.

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