viernes, 19 de abril de 2013

EL BLOQUE DE DERECHAS Y EL DIARIO DE NAVARRA EN LA SEGÚNDA REPÚBLICA.





Durante la Segunda República el espacio sociopolíticoideológico de las derechas en Navarra se constituyó como un magma del que formaron parte diferentes familias políticas: carlistas, integristas, conservadores, cedistas, etc. Su expresión política fue, a partir de 1933, el Bloque de Derechas, coalición en la que confluyeron las fuerzas que integraron a partir de enero de 1932 la Comunión Tradicionalista (carlistas, mellistas e integristas) y los elementos conservadores y católicos independientes que formarían Unión Navarra en 1933, partido integrado en la CEDA al año siguiente. El carlismo, la fuerza dominante dentro de dicha coalición a causa del carácter minoritario de los demás sectores políticos que formaban parte de la misma, fue capaz de desarrollar una inteligente política de asociación con esas otras sensibilidades ideológicamente próximas por medio de la cesión de puestos relevantes en las candidaturas. Esa estrategia benefició al conjunto de la derecha porque la derecha no tradicionalista conseguía extenderse electoralmente gracias a la enorme porosidad del carlismo en las capas populares, especialmente de la Montaña y de la Zona Media, y el carlismo lograba adentrarse en ámbitos geográficos como el de la Ribera o en ámbitos sociales como el de la alta burguesía o las minorías intelectuales, en los que los elementos que conformarían Unión Navarra tenía mayor implantación. 

Por otra parte, dentro de ese espacio ideológico de las derechas tuvieron también importancia capital sus órganos de prensa, sobre todo Diario de Navarra. Este periódico, con una difusión de 10.500 ejemplares en 1931, de 13.000 en 1932-1934 y de 20.000 en 1935-1936, tenía una tirada muy superior a la de El Pensamiento Navarro, limitada la de éste último a unos 2.000. Además, Diario de Navarra se caracterizó por una gran transversalidad relativa en relación con los sectores de aquel espacio, acogiendo a miembros de las diversas familias de la derecha navarra tanto en su Consejo de Administración, en donde estaban presentes la mayoría de los notables que formaban parte de la élite de poder provincial, como en su Consejo Editorial y en su Redacción. 
 
Aunque entre los fundadores en 1903 de La Información S. A., la empresa propietaria del Diario, predominaban los ligados al partido conservador, posteriormente podemos encontrar figuras que eran o serían mellistas, mauristas, integristas, de Unión Navarra, de Renovación Española... En 1932 formaban su consejo de administración Genaro Larrache, ex maurista de familia carlista; José Sánchez Marco, presidente en Navarra de la Junta Regional del Partido Integrista; y Francisco Uranga, uno de los fundadores de la Falange en Navarra.

En la tertulia diaria a las 15,30 que decidía la línea editorial del periódico participaban el Director, Raimundo García; el subdirector, Eladio Esparza; el Presidente del Consejo de Administración Jenaro Larrache; Pedro Uranga, miembro muy influyente del consejo de administración, y Luis Ortega Angulo, persona de mucho peso en la empresa y tesorero de Renovación Española.

Por lo que respecta a la redacción, aunque se ha insistido a menudo en el peso ideológico del Director, Raimundo García (conocido también por sus seudónimos Garcilaso o Ameztia), somos de la opinión de que en los aspectos que se referían a la política interna de Navarra durante la Segunda República el protagonismo mayor en cuanto a la creación de mensajes ideológicos correspondía al lesakarra y tradicionalista Eladio Esparza, autor de una columna diaria con diversos nombres (entre ellos, Postales, Rodela, Estampas Forales, a veces simultáneas) y seguramente también autor de la mayoría de las Notas sin firma del periódico. 
 
Director del periódico jeltzale La Voz de Navarra entre 1923 y 1925, con una remuneración de 6.000 pesetas anuales, la más alta que se cobraba en la prensa pamplonesa por aquel entonces, mil más de las que recibía Garcilaso en Diario de Navarra, Eladio Esparza pasó en 1929 a este último periódico con la categoría de redactor-jefe, culminando su tránsito ideológico desde el nacionalismo vasco a un navarrismo foral de derechas que combinaba un férreo españolismo político con un innegable vasquismo cultural. Desde nuestro punto de vista, fue Esparza, él mismo miembro de la Comunión Tradicionalista, sobre quien recaerían los méritos de abrir las páginas de Diario de Navarra a diversos escritores navarros de gran importancia para la creación de opinión para los sectores de la derecha durante la República y que publicaban con una gran regularidad en él. Entre ellos, destacaríamos en especial a dos. El primero, Hilario Yaben, canónigo de Sigüenza, de ideología integrista/tradicionalista y que protagonizó junto con Esparza a lo largo del debate estatutario de 1931-1932 una enconada oposición a los tres proyectos que se sucedieron de Estatuto Vasconavarro y que planteaban una región autonóma común entre Navarra y los demás territorios vascopeninsulares. El segundo autor era Fermin Yzurdiaga Lorca: colaborador de Diario de Navarra desde 1929 y responsable de una sección quincenal dentro de él titulada Catolicismo y de una sección de una cierta regularidad llamada Cymbalum mundi, enriquecía gráficamente sus textos con las tipografías e ilustraciones de Angel María Pascual, preludiando el falangismo católico que le caracterizaría tras hacerse en 1936 con la dirección del órgano falangista ¡Arriba España!, periódico surgido tras la requisa en julio de 1936 de la maquinaria e instalaciones del periódico peneuvista La Voz de Navarra.

Tampoco hay que olvidar que las páginas de opinión de Diario de Navarra se vieron enriquecidas en momentos determinantes con las aportaciones puntuales de tradicionalistas como Víctor Pradera o el conde de Rodezno, de conservadores como Pedro Uranga o de cedistas de Unión Navarra como Rafael Aizpún.

Sea como sea, la importancia del Diario de Navarra en el mapa político navarro de la época y la consideración de su capacidad articuladora de la opinión pública, con posicionamientos propios que iban más allá de los diferentes partidos de la derecha, motivó que la candidatura del Bloque derechista le ofreciera un escaño en la persona de Raimundo García en las elecciones de 1933 y de 1936, saliendo elegido diputado en las dos.

Todos los sectores que confluían en ese espacio socioeconómico de las derechas encontraron unos puntos de comunión en todos aquellos aspectos contrarios a todos los caracteres propios de la izquierda o del nacionalismo vasco o pregonados de la Constitución republicana (laicismo, liberalismo, republicanismo, parlamentarismo, socialismo, separatismo). Algunos elementos de disenso provocados por el mayor apoyo de los sectores populares del carlismo a las prácticas del catolicismo social, que podían contravenir los intereses de los terratenientes directamente representados por algunas personalidades de la Comunión Tradicionalista como Rodezno o Sánchez Marco, o por las simpatías vasquistas de antiguos jaimistas o de algunas personalidades de Unión Navarra, tildadas de filonacionalistas por parte de los sectores más agresivos con el nacionalismo vasco y con el Estatuto Vasconavarro, fueron orillados en base a la exaltación de los ingredientes con mayor capacidad de fusión (catolicismo militante, defensa del Estado confesional, visión pesimista de la modernidad, defensa de la familia y de los valores tradicionales, foralismo españolista) en beneficio sobre todo de la oligarquía local, cómodamente instalada en el conservadurismo social. Todo ello acompañado con una llamada constante, desde el mismo inicio del periodo republicano, a la movilización que presentaba a Navarra como la Covadonga desde la que se llevaría cabo la restauración de los viejos valores en el resto del Estado.

Durante toda la República las derechas en Navarra fueron mayoritaria en los ayuntamientos y contó con el sostén de la mayoría del electorado en las elecciones a Cortes.

En las elecciones a Cortes constituyentes de 28 de junio de 1931, en Navarra, así como en Guipúzcoa y Vizcaya, los partidos que a partir de 1933 constituirían el Bloque de Derechas conformaron la coalición católico-fuerista junto con el PNV en un programa que pivotaba sobre la defensa del catolicismo y del Estatuto de Estella que pretendía establecer un espacio geográfico autónomo en el que aquél estuviera salvaguardado. Dicha candidatura católico-fuerista venció con cinco diputados en Navarra y el 64 por ciento de los votos, frente a dos diputados republicanosocialistas que sumaron el 36 por ciento de los votantes. Las izquierdas solamente ganaron en Pamplona, en la Ribera y en algunos valles pirenaicos. Los cinco diputados católicofueristas navarros formaron parte del grupo parlamentario de la minoría vasconavarra, constituído por quince parlamentarios en total, hasta finales de 1931, momento éste en que se rompió de hecho por la aceptación del PNV de la legalidad republicana.

En las elecciones a Cortes de 19 de noviembre de 1933 el Bloque de Derechas triunfó fácilmente: copó los siete diputados navarros y convirtió su hegemonía, con más del 71 por ciento del electorado, en indiscutible ante unas izquierdas, divididas en varias listas, situadas en total en torno al 20 y un PNV que, yendo en solitario, no pasó del 9. La izquierda sólo ganó en una decena de localidades de la Ribera. El gráfico que encabeza esta entrada representa los porcentajes obtenidos por cada lista.

En las elecciones a Cortes de 16 de febrero y 1 de marzo de 1936, en un ambiente altamente exacerbado, se repitieron prácticamente los resultados de 1933: el Bloque de Derechas, con el 70 por ciento de los votos, volvió a copar los siete escaños navarros, quedando el Frente Popular con el 21 por ciento y el PNV con el 9.

En relación con su presencia en la Diputación, si bien su presencia fue mínima en las Comisiones Gestoras de la misma, de designación gubernativa, que se sucedieron en la Diputación desde abril de 1931 a enero de 1935, pasaron a dominarla después de las elecciones provinciales de esa última fecha, celebradas gracias a las concesiones efectuadas por el Partido Republicano Radical. Así, la Diputación navarra era la única en el Estado que no estaba en manos del Frente Popular en 1936.

Como se ve, por lo tanto, el entramado políticomediático de las derechas navarras no es de ahora, sino que arranca de ochenta años atrás. Lo mismo sucede en una parte nada despreciable de los contenidos de sus mensajes ideológicos. Consecuentemente estamos hablando de una cultura política asentada desde muchos decenios y cuyos puntos de vista se han transmitido a lo largo de varias cohortes generaciones como fórmulas ideológicas heredadas en el seno de muchas familias navarras y que, hoy en día, actualizadas con arreglo a los cánones del sistema socioeconómicopolítico vigente y a las exigencias de la modernidad, siguen siendo el basamento del ideario político de una parte importante del electorado navarro, precisamente el que suele ofrecer su apoyo al partido más votado en nuestra comunidad. Tras unas semanas en las que una moción de censura, finalmente derrotada, ha abierto el debate sobre las posibilidades de constitución de mayorías alternativas de gobierno, creemos relevante subrayar todo lo anterior, y también tenerlo en cuenta, a la hora de reflexionar sobre las propuestas y estrategias ideológicopolíticas encaminadas a la concreción de aquéllas.

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