jueves, 14 de noviembre de 2013

ÚLTIMO ACTO DE REVISIÓN DE LA POLÍTICA DEL OLVIDO Y DE SUSPENSIÓN DE LA MEMORIA.





La cronología de la gestión, institucional y general, de la memoria histórica de la represión franquista durante la guerra civil y la posguerra desde la Transición a la actualidad diferencia varias fases. Se ha dicho que a un primer periodo, el de 1977 a 1981, conocido como de de “políticas del olvido”, siguió una segunda etapa, calificada como de “suspensión de la memoria”, entre 1982 y 1996. A partir de 1996 comenzaría una última fase, denominada como de “el resurgir de la memoria”.

A finales de los años setenta el desinterés de la mayor parte de las instituciones, así como del mundo académico, hacia las víctimas del franquismo, del que participaron la mayoría de los partidos políticos, encontró un contrapunto en numerosas iniciativas surgidas de la sociedad civil y alentadas por familiares y por sectores receptivos a sus reclamaciones que permitieron la recuperación de restos de asesinados tras la exhumación de fosas comunes.

Por el “pacto de silencio o de olvido” existente hasta mediados de los años noventa del siglo pasado, en aras del espíritu de la reconciliación, se adoptó una especie de convención de no agitar temas que pudieran suscitar divisiones en la opinión pública. A pesar de que el partido socialista dispuso del poder durante catorce años, con amplias mayorías parlamentarias en varias legislaturas), en ese lapso de tiempo no se impulsaron medidas en relación con las olvidadas víctimas franquistas. De esta forma, hay que recordar que el gobierno socialista se posicionó en 1986 a favor de no celebrar el cincuentenario de la guerra civil porque “una guerra civil no es un acontecimiento conmemorable”. Años más tarde, en 1994 el periodista Walter Bernecker comentaba que no se podía acusar al gobierno socialista de revanchista en cuanto que animó a pasar por encima del tema de las víctimas del bando republicano en la guerra civil con el propósito “de no contribuir a reabrir las heridas producidas por la guerra, confundiendo el <<revanchismo>> -que nadie propugna- con la ineludible necesidad de recomponer los trazos esenciales de la reciente historia por dolorosa que ésta sea” . Historiográficamente, eso entronca con el hecho de que el cincuentenario transcurrió dentro de un clima moral e intelectual en el que desde la comunidad académica se postuló que la guerra había que asumirla como “error colectivo y como expiación”, como el ejemplo contrapuesto a la presunta reconciliación posibilitada por la Transición a la democracia .

Por contra, desde mediados de los años noventa se entró en una fase bien diferente. Entonces, diversas asociaciones iniciaron sus campañas reivindicativas de la memoria antifranquista, actuando como lo que se viene en denominar emprendedores de la memoria. Esas asociaciones estarían impulsadas por la generación de los nietos, una generación que, al no vivir ni la guerra ni el franquismo no estaría hipotecado por sus recuerdos personales ni por los compromisos sociopolíticos de los años setenta y ochenta en relación con el pasado, llegando a ser crítica con la gestión de la memoria de la época de la Transición. Estarían imbuidas de la noción de deber de memoria para reivindicar a las víctimas de la represión, como un impulso moral y cívico solidario con los derrotados .

Se ha solido indicar que un primer punto de arranque para la dinamización de las actividades de esas asociaciones lo constituyó la decisión en el verano de 1995 del Ministerio de Defensa del último gobierno socialista de Felipe González de colaborar en la recuperación de los cadáveres de los soldados españoles que habían combatido en Rusia enrolados en la División Azul. Esa primera chispa fue posteriormente alimentada por la política de la memoria emprendida por los gobiernos del Partido Popular entre 1996 y 2004. A la celebración de conmemoraciones apoyadas de forma entusiasta por el gobierno español de entonces, centradas en personajes e hitos como los cien años de la muerte de Cánovas del Castillo, el centenario de 1898, el cuarto centenario del fallecimiento de Felipe II o el quinto centenario del nacimiento de Carlos V, se añadieron iniciativas que trataban de acomodar la enseñanza de la Historia a los intereses político-ideológicos del PP tales como el debate en el año 2000 sobre los libros de texto de la asignatura de aquella asignatura en la enseñanza secundaria, al que acompañó un nada neutral informe emitido por la Real Academia de la Historia. Asimismo, no hay que olvidar que entonces comenzó a extenderse un discurso revisionista en relación con la Segunda República y la Guerra Civil por parte de autores que, fuera de la historiografía académica y con puntos de vista más ligados al periodismo tendencioso (Federico Jiménez Losantos, Pío Moa, José María Marco, César Vidal), se ubicaban en ámbitos próximos al Partido Popular. Historiadores como Moradiellos, Reig Tapia o Viñas han incidido en la repetición de argumentarios franquistas de que hace gala esa publicística revisionista, así como en su desconocimiento de la historiografía crítica académica .

Al poco de su nacimiento a mediados de los noventa, el movimiento social en pro de la memoria histórica se convertirá en un fenómeno de dimensiones amplias que se introducirá en las agendas programáticas de los partidos de izquierda y del nacionalismo periférico. La reacción del Partido Popular será dar “apoyo al movimiento revisionista”, mostrando en su segunda legislatura “y ya con mayoría absoluta, unas facetas que muchos creían ya superadas”.

El primer debate público de una cierta intensidad en relación con las políticas de memoria vino precisamente en septiembre de 1999, momento éste en el que se debatió por primera vez en el Parlamento español una moción de condena del golpe de estado de 18 de julio de 1936 y del régimen de Franco. Posteriormente, el debate, además, se tornó cada vez más polarizado a causa de las iniciativas mantenidas por el PP en relación con la relectura del pasado por las que esa formación intentaba apropiarse totalitariamente de la democracia mediante la interpretación de ésta desde postulados neoconservadores y la sacralización de la Constitución, presentando, además, como víctimas del terrorismo, del todo equiparables a las asesinadas con posterioridad a 1977, a personas asesinadas en las postrimerías del franquismo de las que era más que conocida su fidelidad militante, homicida y torturadora hacia el régimen franquista.

A partir de entonces se sucederían numerosos debates en foros parlamentarios, algunos de los cuales darían lugar a pronunciamientos y normas jurídicas aprobadas conocidas por el gran público. Asimismo, se desarrollarían un gran número de actuaciones e iniciativas de las que no vamos a ocuparnos aquí por razones de espacio.

En Navarra también imperó la política del olvido hasta finales de los años noventa. Durante la primera legislatura, la que va de 1979 a 1983, solamente hubo dos debates en el pleno del Parlamento, en julio de 1980 y en octubre de 1981, ceñidos ambos a la cuestión del escudo y la bandera de Navarra y a la supresión en ambas de la laureada. Los debates preliminares registrados en la Comisión de Régimen Foral (en número de tres, en septiembre y octubre de 1979 y en junio de 1980, respecto al primero de aquellos dos debates plenarios; y otro en diciembre de 1980, respecto al segundo y último) se centraron también en dichos símbolos, si bien en el primero de todos las dos mociones presentadas respectivamente por el Partido Socialista y por Herri Batasuna abordaban, asimismo, la cuestión del callejero y de los monumentos a los caídos franquistas, aspectos que desaparecieron ulteriormente de la discusión. La supresión finalmente de la laureada se sustentaría en el apoyo de las fuerzas de izquierda frente a la oposición de UCD y UPN que obtendrían un premio de consolación con el apoyo socialista a su propuesta de proscripción de la ikurriña de los edificios públicos.

Entre 1983 y 1999 (que cubre las legislaturas de 1983-1987 y de 1987-1991 en las que Navarra fue gobernada por el PSN-PSOE, la legislaturas de 1991-1995 en la que Navarra fue gobernada por UPN y la legistura de 1995-1999 en la que un breve gobierno de coalición constituído por PSN, EA y CDN dio paso tras un periodo de un año a un nuevo gobierno monocolor de UPN con el apoyo externo del PSN por no considerar posible este partido seguir en el gobierno tras destaparse el escándalo Urralburu) la cuestión de la memoria histórica solamente se debatiría en una ocasión en el Parlamento de Navarra. En diciembre de 1992 se discutió una moción de Izquierda Unida en la que se pedía instar al Gobierno de Navarra a la eliminación de los símbolos fascistas del espacio público. La iniciativa sería rechazada por la tajante oposición de UPN y PSN, que entonces se posicionó tenaz y agresivamente con la derecha navarra, recabando solamente apoyos de los partidos nacionalistas.

En su defensa de la moción el parlamentario Taberna Monzón, de IU, negó de principio que la moción tuviera carácter anacrónico, afirmando que tenía “una vigencia política importante y fundamentalmente por la reticencia de determinados grupos políticos a que se normalice, por lo menos en los simbólico, la transición democrática, que va siendo larga”. Taberna comentó las dificultades que tuvo que superar la moción para ser presentada debido a que UPN , aprovechando la ausencia de un miembro de la Mesa, no la admitió a trámite y hubo que presentar un recurso. Asimismo, citó que en Corella, “la patria chica del vicepresidente” [Miguel Sanz], había fracasado una moción del PSOE; que en Marcilla, municipio gobernado por los socialistas, seguían habiendo calles con el nombre de Francisco Franco o General Mola; y que en Pamplona existían una serie de símbolos como “el monumento a los caídos con la frase de la cruzada” y la laureada en diversos edificios públicos como el de la Caja de Ahorros de Navarra y el Instituto de la Plaza de la Cruz. Todo ello, calificado como “lacerante desde el punto de la vista de la tolerancia”, servía a Taberna para concluir que no había “habido en lo simbólico una transición democrática deseable dentro de Navarra”. También adujo que “si para algunos tiene una fuerza importante el hecho de que el escudo de Navarra esté dentro del de la Comunidad Autónoma Vasca, también para nuestro grupo que exista la laureada, determinadas calles o símbolos que denotan toda la parafernalia y toda la propaganda fascista de su época”. Por último, pedía que se cumpliera en ese aspecto la Ley de Símbolos de 1986 por cuanto ésta establecía “cuáles son los símbolos de Navarra y donde deben estar en los sitios públicos y visibles”.

Los grupos parlamentarios de HB y de EA se manifestaron a favor de la moción. Araiz Flamarique por el primero señaló que “sin ningún ánimo de revanchismo” había que “recuperar la memoria histórica de quienes fueron vilmente asesinados y tirados en las cunetas de nuestras calles y carreteras”, tal y como se había planteado “en muchas entidades locales cuando se habla de este tema”. Indicó que en la anterior legislatura se habían presentado unas 150 mociones en el Ayuntamiento de Pamplona sobre el tema de los símbolos y que muchas habían contado con el apoyo del PSOE. Por el segundo grupo, Cabasés Hita dijo que el apoyo de su grupo era para “contribuir a la extensión y al mantenimiento de los principios democráticos” y que, aunque se habían realizado algunas acciones a partir de la Ley de Símbolos de 1986, había que “completar la tarea para que nadie pueda acusar de dejación” al Parlamento.

En contra se posicionaron los portavoces de UPN, Rafael Gurrea Induráin, y del PSOE, Aladino Colín. El primero tachó de falsedad la afirmación de Taberna acerca de la inexistencia de transición en España en cuanto que aquí se habría “producido una transición ejemplar como en ningún otro país que haya tenido un gobierno autocrático en los últimos años en la historia europea”. Calificó de regresión en el tiempo la semántica utilizada en la moción en cuanto que le recordaba a la que se utilizaba “en este Parlamento hace doce o trece años” y razonó la existencia de la moción como “parte del ritual de un grupo radical en este tipo de cuestiones, que cumple con la misión de excitar a la sociedad en un tema que, afortunadamente, está olvidado, y no pertenece al primer plano de las preocupaciones de los ciudadanos”. También negó el carácter fascista de la laureada que según él sería “una medalla al más alto mérito militar” y “anterior al franquismo y ajena al fascismo”. Realizó un digresión afirmando que él pensaba que Taberna se habría referido a otros símbolos que se podían ver en la paredes de Pamplona “que no tienen nada que ver con Mussolini, uno de los apuntadores del fascismo, pero que representan a organizaciones que yo tengo por fascistas”. Y al respecto añadió “Pero es muy probable que ustedes no se refieran a ellos porque no lo citan aquí”. Aunque indicó que él no se había dado cuenta de la existencia de la laureada en el edificio de la CAN, sí se había percatado que en el escudo y la placa de la plaza de la Cruz figuraba como último nombre de los inscritos en la misma el de un Taberna, lo que tal vez, según Gurrea, habría motivado al mocionante a proponer la iniciativa “para que no haya confusiones, para que nadie crea que un Taberna de los de su raigambre” estaba “comprometido” con lo que se conmemoraba en el monumento. Mantuvo que tanto la Ley navarra de Símbolos de 1986 como el Real Decreto del 81 referido al ámbito del Estado exoneraban de la supresión de simbología a “aquellos edificios o monumentos que, aunque no tengan carácter histórico-artístico, estén hechos de tal manera que quitarlos produzca una violencia al inmueble”. Gurrea entendía que ésa era “una fórmula pacificadora que se utilizó en aquel momento, en un momento necesario para conseguir una estabilidad y una serenidad de ánimos que ustedes, naturalmente, están deseosos de romper, pero que nosotros no vamos a quebrar”. Para finalizar, tildó a la moción de anacrónica y zafia.

Por su parte, Aladino Colín (para las nuevas generaciones, hay que explicar que es el nombre de una persona real, mano derecha de Urralburu, que llegó a ejercer la portavocía del PSN en el Parlamento de Navarra y que fue Vicepresidente Segundo y Consejero de Presidencia e Interior del Gobierno de Navarra entre 1987 y 1991) comenzó su intervención centrándose en el anacronismo de la moción. A su juicio, acerca de la cuestión “ni había debate hace mucho tiempo ni lo hay ahora. Pretender hacer un debate aquí y ahora sobre estas cuestiones, cuando no es un debate que se plantee la sociedad ni una preocupación de la sociedad, me sugiere antes que nada y en primer lugar que se ha traído a la Cámara un debate absolutamente artificial”. Recordó que los miles de mociones sobre la cuestión planteadas en la segunda mitad de los años setenta habían “desaparecido de la circulación” en un proceso connatural en el que a un primer periodo de efervescencia en el que “se hace los posible por acabar con toda la simbología” de las dictaduras sucede un segundo “en el que las cosas se serenan” y “van cobrando protagonismo los asuntos relacionados con lo que de verdad importa, la consolidación de las instituciones democráticas, la vertebración de la sociedad civil, etcétera, y en relación con estas cuestiones, la de la simbología, se van adoptando decisiones más razonables por más objetivas”. Posteriormente, según Colín, en una tercera etapa tiene lugar “la definición positiva de los símbolos de los estados democráticos y la adopción de acuerdos de conservación de los símbolos anteriores, fundamentalmente (...), por razones de orden de preservación del patrimonio histórico arquitectónico”. También rememoró la retirada de la laureada en los debates de 1979-1981, así como la solución dada por la Ley de Símbolos de 1986 en relación con los escudos anteriores con el añadido franquista, “un criterio conservador (...), cuando se afirma que no afectará a los escudos existentes en edificios o monumentos sitos en el territorio de la Comunidad Foral que sean declarados de carácter histórico artístico o que, sin serlo, formen parte del ornamento y decoración de los mencionados edificios o monumentos de una manera fija, de tal manera que no puedan separarse de ellos sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto”. En consonancia con eso último, dijo que el tema planteado en la moción, “además de ser en el fondo artificial, es en la forma atrabiliario” por pretender “modificar nada más y nada menos que algo inmodificable por una moción, que es una ley”. Además, para el portavoz socialista todos los pueblos, “después de épocas turbulentas”, acaban conviviendo “con su historia de manera pacífica, aceptando la anterior sin ira”, “como manifestaciones de épocas históricas que son siempre por su propia esencia dinámicas, que se mueven de la misma manera que se mueve la sociedad”. En cuanto a los monumentos a los caídos, deberían mantenerse por ser “justamente el símbolo de lo que no se debe hacer”. En cuanto a las calles, por el contrario, Colín afirmó que en los casos de las referidas a personas que habían “sido defensores activos de la dictadura” y que habían “contribuído a dividir pueblos” se deberían buscar “mínimos comunes denominadores para encontrar los símbolos que unen a todos”.

En el turno de réplica, el parlamentario mocionante Taberna Monzón insistió en la necesidad de “profundizar en la democracia día a día” y, tras replicar a UPN que si en 1979 no veían oportuno quitar la laureada, ahora argumentaban que era “un problema de zafiedad de la moción”, acabó preguntándoles: “Constantemente se están dando argumentos formales pero nunca se llega al fondo. ¿Somos partidarios de quitar la simbología fascista o franquista de la vida cotidiana navarra, sí o no?”. Si a Taberna la actitud de UPN le parecía “comprensible por la tradición, por la historia y porque es la línea que sigue en la actualidad”, la del PSOE le parecía “incomprensible, sobre todo, cuando grupos municipales, como el citado socialista de Corella, presentan otro tipo de mociones que vienen a significar el mismo contenido de esta moción”.

Finalmente, la moción fue rechazada por 8 votos a favor, 32 noes y ninguna abstención.

A partir de 1999 la cuestión de la memoria se asentó con firmeza en los debates de la cámara parlamentaria navarra y numerosas iniciativas de recuperación, rehabilitación y reparación de la memoria de las víctimas del franquismo pudieron ser aprobadas con la sola oposición o abstención de la derecha. Muchas de esas iniciativas son conocidas por el gran público.

En el día de hoy, más de veinte años después de aquella única moción planteada en los años del olvido, el Parlamento de Navarra, al aprobar en sesión plenaria la proposición de ley foral de reconocimiento y reparación moral de los ciudadanos navarros asesinados a raíz del golpe militar de 1936, presentada por Izquierda-Ezkerra y apoyada por el PSN, Bildu, Aralar y Geroa Bai (mientras que UPN se ha abstenido y el PPN ha votado en contra), ha culminado el viraje, emprendido en la legislatura 1999-2003, de revisión de la política de gestión de la memoria histórica de los años ochenta y noventa del siglo pasado.

martes, 12 de noviembre de 2013

EL NACIONALISMO FUERISTA DE JESÚS ETAYO. UNA CHARLA EN SAN SEBASTIÁN DE 1936.


Reproducimos en esta entrada el contenido de una conferencia dada por Jesús Etayo Zalduendo el 12 de mayo de 1936 dentro de un cursillo organizado por Euzko Pizkunde en San Sebastián sobre el fuerismo en el siglo XIX, conferencia que fue publicada por el periódico nacionalista El Día en el número del día siguiente. 

Jesús Etayo Zalduendo (Pamplona 1894-1951) fue periodista, historiador y archivero y periodista. En 1917 fue nombrado director de El Pensamiento Navarro. En 1922 fue designado por la Diputación archivero, así como titular de la Cátedra de Historia de Navarra creada por la Corporación Foral aquel mismo año. Ideológicamente situado dentro del jaimismo vasquista, fue uno de los impulsores de la Alianza Foral, coalición forjada entre jaimistas y nacionalistas en 1921 y 1923 que consiguió buenos resultados en las elecciones a la Diputación de esos dos años, así como en las elecciones municipales en Pamplona en 1922 y en las elecciones legislativas de 1923. Esta coalición incorporó, por primera vez en Navarra, una propuesta programática. Su programa de carácter católico, fuerista y vasquista, además de relativamente popular y progresista, incorporaba medidas concretas de actuación tales como la “organización de la vida pública y tributaria de Navarra en sentido social, adoptando las medidas necesarias para fomentar el bienestar social” e “impulsar la autonomía municipal, crear una Caja de Ahorros provincial y seguros de retiros obreros, ampliar el patrimonio comunal de los pueblos y organizar la política tributaria”. Tras la ruptura de la coalición, provocada desde las filas carlistas, Etayo participaría en la polémica sobre Amaiur, contrarreplicando, junto con otros autores, al navarrismo españolista de Víctor Pradera. En los años siguientes migraría hacia el nacionalismo, formando parte desde 1923 de la redacción del periódico nacionalista La Voz de Navarra, del que sería director entre 1927. Difundió sus conocimientos históricos en multitud de artículos de prensa. Aunque una recopilación ha recogido el contenido de sus artículos del periodo 1923-1931, parte de su obra está todavía por desvelar. Tras 1936 prosiguió trabajando en el periodismo desde El Pensamiento Navarra, pero ya sin posibilidad de verter opiniones.

El artículo que recogemos es una síntesis, en parte, de otros artículos que había publicado Etayo en la prensa. A nuestro juicio, constituye un relato ágil, y no obstante pormenorizado, de los momentos nodales de la relación entre Fueros y Constitución en Navarra desde una perspectiva treintaynueveunista. Tenemos que recordar que, aunque que el treintaynueveunismo es una doctrina de larga tradición en Navarra, sobre todo propugnada desde el carlismo y el nacionalismo vasco, Los autores defensores de la misma, con alguna excepción, no han solido ahondar demasiado en los hitos, perspectivas y enfoques a considerar. Tal y como se puede comprobar, Etayo menciona episodios de ataques al autogobierno navarra como el acaecido en 1780-1781 contra las Cortes navarras, centrándose a continuación en las protestas de la de la Diputación con ocasión de la Constitución de Bayona y en la abolición de facto de la Constitución Histórica navarra por la Constitución de Cádiz, a pesar de los panegíricos a aquélla presentes en su discurso introductorio. Posteriormente repasa situaciones a considerar de Trienio Liberal, del final del reinado de Fernando VII, del año 1834, de la guerra carlista y del periodo 1839-1841. En relación con esto último, saca a colación los folletos del exsíndico Ángel Sagaseta de Ilurdoz, así como de su epígono Ozcáriz, y no se olvida tampoco de nombrar la sublevación de O'Donell de octubre de 1841, apenas mes y medio de la ley de agosto de 1841 que convertía a Navarra en una provincia dotada con una limitada autonomía administrativa y fiscal, en la que los sublevados prometieron la reintegración foral. Son muy valiosas, asimismo, las referencias de Etayo al radicalismo foralista de liberales como Baztán Goñi o Yanguas Iracheta, de carlistas como Cancio Mena o Ochoa de Zabalegui o de republicanos como Olave, por cuanto son indicativas que los anhelos reintegracionistas podían ser más transversales que lo que en principio puede suponerse. El repaso histórico termina con referencias a la Asociación Eúskara y a la Gamazada, constituyendo todo ello un fresco de las tribulaciones del autogobierno navarro a lo largo de finales del setecientos y de la totalidad del ochocientos digno de ser rememorado. También consideramos como actuales la apelación, con la que se finaliza la conferencia, a que “las masas honradas de Navarra pueden ganarse todavía para el vasquismo pero partiendo del sentimiento foral y cambiando la terminología usual aquí en Guipúzcoa y en Vizcaya, porque son las palabras, el léxico, el vocabulario, más que las esencias lo que se repudia en la capital y en las grandes zonas deseuskerizadas” debiéndose de “hablar en Navarra, del fuero y hay que convencer a las gentes –y es la verdad- de que el fuero conduce necesariamente al patriotismo vasco” ya que “con esta táctica (...) se ganará Navarra para la causa de la patria vasca”.

Y es que a veces conviene echar la mirada bien atrás para darnos cuenta de la modernidad de visiones de ochenta años atrás.

ARTÍCULO SOBRE LA CHARLA DE JESÚS ETAYO PUBLICADO EN EL DÍA DE 13 DE MAYO DE 1936.

El cursillo en Euzko Pizkunde sobre el fuerismo en el siglo XIX. Una docta y documentada disertación, de verdadera importancia, pronunciada por D. Jesús Etayo

La tercera conferencia pronunciada ayer tarde en los salones de Euzko Pizkunde, no desmereció ciertamente en caracteres de brillantez y destacado interés profundo a las celebradas anteriormente con motivo del cursillo organizado acerca del fuerismo en el siglo XIX. A explanar el tema relativo a la exposición del pensamiento fuerista en Navarra el siglo pasado acudió a la ya prestigiosa tribuna de la Avenida el señor Etayo, cuya autoridad y competencia son innegables, especialmente en la materia de que iba a tratar nuestro al par que amigo, distinguido y culto colaborador de este diario.

Hizo la presentación del orador, a quien le une una estrecha y antigua amistad, nuestro digno y querido director don José de Lecaroz Goñi, quien aceptando la misión encomendada por los dirigentes de Euzko Pizkunde, resaltó, esbozando algunas característicias generales del señor Etayo, -pues su recia personalidad destaca sobremanera entre nosotros- su labor periodística, principalmente, y en ella su preocupación histórica, esa faceta tan vasta como ardua, del País Vasco en general, y particularmente, de la de Navarra.

Expuso los cargos relevantes ocupados por Etayo, cuando antes de cumplir los veinte años ocupaba ya la dirección de “El Pensamiento Navarro”, en aquel entonces en que en el carlismo palpitaba todavía el encendido amor a las libertades de nuestro pueblo. Y la “Alianza foral” fué uno de los óptimos frutos cosechados por las grandes campañas periodísticas de Etayo. Añade que apenas sí existe una monografía, una guía, un folleto destinados a la elogiosa finalidad vulgarizadora de la historia de Navarra, en los que no figuren trabajos de Jesús Etayo.

Fue también director de “La Voz de Navarra” el conferenciante de anoche y a quien hoy admiran nuestros lectores en sus brillantes artículos que publica EL DÍA, única actividad periodística a que actualmente se dedica.

Etayo actuó anteriormente en Donostia con motivo de los cursos de verano de la Sociedad de Estudios Vascos, y a continuación refiere el señor Lecároz una hermosa anécdota acaecida hace veinte años, lo que denota bien a las claras el acusado temperamenteo polémico del culto conferenciante.

A raíz de una polémica en la que intervinieron figuras tan destacadas y notables como Arturo Campión, Manuel Aranzadi, Ignacio Baleztena, y Jesús Etayo contra Pradera, éste, abrumado por los sólidos alegatos irrefutables de Etayo, pretendió zaherirle, denominándole ratón de biblioteca, lo que supone un elogio evidente viniendo de quien viene.

Terminó sus palabras el señor Lecároz con un atinado párrafo, oyendo merecidos y cálidos aplausos del público.

DISERTACIÓN DE DON JESÚS ETAYO

Comienza, después de dirigir frases laudatorias a Pepe Lecaroz –como él lo denomina- lamentándose del olvido en que a veces se les tiene a los fueristas, dignos muchos de ellos de enaltecimiento y recordación, pues la espléndida floración del patriotismo vasco ostensible en aquel apóstol insigne de la Raza vasca –Sabino de Arana y Goiri- tiene sus raíces vigorosas en muchos fueristas de la centuria pasada.

Cree que actualmente hay –a juicio suyo- una nueva terminología en curso más que unas ideas y un espíritu nuevo, aunque no por ello desdeña el valor de esa nueva terminología que ha producido bienes tan múltiples y pingües.

Recuerda seguidamente cómo surgieron los fueristas cuando el régimen foral anunciaba ruina y añade que el fuerista es una reacción ante el contrafuero, pues que el fuerismo no necesitó en aquellos tiempos en que Navarra su régimen y soberanía, aunque, claro está, a lo largo de la historia se cometieron desafueros, sin que se atacara al fuero en su esencia, en su totalidad.

Refiere a continuación los primeros ataques perpetrados a la esencia del régimen foral a mediados del siglos XVIII, con motivo de la denuncia presentada en 1742 por el marqués de Fuetegollano y la confabulación que años más tarde fraguaban el Virrey, el Regente y el Prelado de Pamplona contra las Cortes de Navarra, que al fin –por no haber llegado el documento redactado a su destino- quedó frustrado, afortunadamente.

Aunque parezca paradógico –continúa el señor Etayo- el fuerismo nació en Navarra al mismo tiempo que se exaltó el españolismo, con ocasión de la guerra de la indepencia contra Napoleón.

Al dictarse la constitución de Bayona, cuyas Cortes presidió un navarro, un mal navarro, Miguel José de Azanza, se dijo a Navarra, que por gobernarse este reino separadamente del de Castilla, podían admitir como rey a José Bonaparte y “después que él jurase los fueros”. Sin embargo, la Diputación no transigió sin vivísima protesta con que la Constitución unitaria de Bayona se le impusiera a Navarra, consignándose por fin que los fueros de las provincias Vascongadas y Navarra se examinarían en Cortes para determinar lo que se considerase más convenientemente a las mismas provincias y a la nación.

Cita acto seguido el señor Etayo a la Constitución de Cádiz, dictada poco después de la de Bayona, y en la que los fueros de Navarra, que en el prólogo se exaltaban, quedaban desconocidos y anulados en el articulado.

Reintegrado Fernando VII a España, instaron ante el rey la plena reposición de los fueros de Navarra dos insignes patricios, don Javier y don Joaquín Elio, quienes precisaron insistir una vez más cerca del monarca a fin de que quedara restablecido el régimen foral.

Señala la época en que España se hallaba dividida en realistas y constitucionalistas, participando los navarros en la opinión realista pero encaminándola a la conservación de los fueros.

En cuanto a la política realista primeramente fue un libro del párroco de Ustarroz, don Andrés Martín, y luego el periódico bisemanal “La Gaceta Real de Navarra”, quienes dieron un tono realista general, que mucho mejor que para Navarra se acomodaba a la política de la España castellana, atribuyendo la soberanía legislativa al rey, de modo exclusivo. Don Angel Sagaseta de Ilurdoz, denunció aquella doctrina antiforal, juntamente con la Diputación, que llamó la atención a los redactores del periódico citado, teniendo que cesar en su publicación por no poder conciliarse el fuerismo con el absolutismo.

En 1820 se constituyó en Iruña, al igual que en otras ciudades peninsulares, una “Asociación patriotica” de tipo masónico, integrada por militantes forasteros y arrastrando a algunos elementos del país. En el acto inaugural un ciudadano, don Felipez Alvarez Ulloa manifestó, que los navarros, por sus fueros, vivían separados de la nación española, pero que por la Constitución, quedaban formando parte de “la grande y feliz familia que formara ya para siempre el suelo español”, a lo que contrariamente decía la Diputación, aquel mismo año, que “Castilla y Navarra tenían un mismo rey físico, pero dos distintos reyes legales”. Distinción sutilísima, ciertamente, pero expresiva de la conciencia nacional de Navarra.

Resalta a continuación los continuos desafueros que a partir de las últimas Cortes de Navarra se cometieron, para reparar lo cual envió la Diputación a don José Yanguas a Madrid, persona conocedora a fondo de la historia de Navarra, quien mandándose hacer un traje nuevo y con la exigua dieta de seis pesetas, se dispuso a visitar ante la reina, haciendo mil gestiones sin resultado positivo alguno.

No fue menos afortunado, meses después, otro embajador del reino de Navarra, el señor Barón de Biguezal, sin obtenerse tampoco la convoctoria de las Cortes de Navarra, a pesar de las múltiples instancia y de encendida la guerra civil.

En torno al asesinato del general Sarsfield, recoge la referencia de un periódico en el que se señala que los sublevados consignaron como objeto de su conspiración nada menos que la “independencia de Navarra”. Aunque no le concede el orador demasiado crédito a la citada referencia, tampoco ocutla que esas ideas de independencia de Navarra se consideraban con algún ambiente en el país.

A raíz de la primera guerra civil se ocupa el señor Etayo de los carlistas, de quienes dice que eran fueristas como lo habían sido los realistas. De los navarros agega que se levantaron para defender a don “Carlos VIII de Navarra y V de Castilla”, lo que revela la consciencia en aquellos carlistas, de que Navarra era reino para sí, distinto, aunque tuvieran el mismo rey que los castellanos tenían.

A continuación prueba el deseo de las masas carlistas de Navarra de la restauración foral, con la insistencia de las proclamas fueristas de don Carlos, el anhelo ferviente demostrado por las Juntas y Diputaciones con el monarca, las afirmaciones de Chao, Dembowsky, Henningsen y de otros escritores de allende de los montes que se han ocupado de Zumalakarregi y de la guerra carlista en el País Vasco.

Pasa a referirse a la ley del 39 y señala la casta de navarros, traidores y muladíes que apareció después de su funesta promulgación de tristísimos efectos para Euzkadi, y de la ley paccionada de 1841, de la que se considera enemigo personal y censura acremente a quienes le fraguaron.

Refuta los escritos de Yanguas, la posición de Madoz y de la Diputación, así como también la de Illarregui y muchos navarros de las clases sociales superiores por su cultura o posición económica que con tal espíritu negociaron la fatídica ley del año 1841.

Jamás cayó Navarra en tal vileza como aquella –afirma el señor Etayo-. El poder legislativo, el poder judicial, el derecho civil, alma de la constitución familiar de Navarra, la soberanía plena para las cuestiones políticas relacionadas con los intereses espirituales de nuestros pueblos... todo esto fue cedido y transigido.

Los negociadores, sin embargo, estimaron aquel infinito valor enagenable por el precio misérrimo de un cupo tributario barato y perpetuo.

Como reacción contra la ley del 39 surgió –sigue diciendo el señor Etayo-, el auténtico fuerista, Sagaseta de Ilurdoz, síndico de las Cortes de Navarra, insigne varón, no carlista pero sí amigo personal del general Zumalakarregi y quien fué desterrado a Valencia por considerársele sospechoso. Allí el magno fuerista escribió un libro cuya edición fué recogida, pudiéndose únicamente salvarse algunos ejemplares. En su texto, bellísimo, campean dos ideas centrales: Que Navarra es tan reino de por sí, tan soberano e independiente respecto de Castilla, como lo eran Suecia y Noruega no obstante tener un mismo rey; y que el fuero es la soberanía de Navarra.

Refuta la creencia de que la ley paccionada de 1841 no produjo reacción fuerista y pasa a hablar de las polémicas sostenidas entre Yanguas e Illarregui contra Ozcariz, quien sostuvo un fuerismo auténtico, pristino y recopiló sus escritos en un folleto titulado “Vindicación de los fueros vasco-navarros”.

A consecuencia de las sublevaciones militares habidas contra Espartero el año 1941, quiso aprovecharse el espíritu foral del país. En la rebelión de Navarra tomaron parte, con el general O’Donnell, muchos que habían luchado en la guerra bajo la bandera carlista y algunos liberales moderados, pero, como es sabido, aquellas insurrecciones fracasaron y no tuvieron ocasión O’Donnell, Montes de Oca ni la reina gobernadora para cumplir sus promesas.

En tanto, la ley del 1841 se consolidaba y adquiría estimación no de pura hipótesis foral, sino de tesis.

En medio de su docta disertación, el señor Etayo menciona un intermedio pintoresco glosando dos folletos de liberales navarros, uno de don Francisco Baztan Goñi, quien intentaba probar, como tesis general, que podrían armonizarse las viejas leyes navarras con los principios de aquella Constitución, hija de la revolución de septiembre, y el otro, suscrito por el pseudónimo de “El aldeano navarro”, pero su autor fue un ribereño, don Juan Yanguas, de Caparroso, a quien llamaban Yanguazas. Este, después de escribir a todo el mundo y señalar incalculable número de desdichas, se pregunta: ¿En qué debe pensar Navarra?, y se contesta el mismo: “En pensar de dejar ser españoles, de pertenecer a la degradada patria de Cádiz, y exclama: Antes turco que español”.

Seguidamente, después de explicar el carácter de la segunda guerra civil, destaca a carlistas que sentían vivísimamente el fuero, y eran: don Juan Cancio Mena y don Cruz de Ochoa de Zabalegui.

Mena, que había hecho ostensibles no solo su fuerismo navarro, sino, sus ideas de unidad vasca en 1866, tomó parte después, en la guerra, y fundó un periódico carlista en Bayona, en el que se propugnaba por la autonomía plena que el país había disfrutado.

De Ochoa Zabalegui, nacido en Puente la Reina, siendo sucesivamente, guardia civil, abogado, diputado, cura y hasta desempeñó cargos catedralicios, fue un carlista neto, a quien su temperamento le llevó a las iras de Santa Cruz y de quien, por último, dice el conferenciante, que no conoce, en el resto del siglo XIX, en Navarra ni en el resto del país, quien haya superado entre los carlistas, ni en otros sectores, el fuerismo de aquel navarro ejemplar.

En torno a los republicanos federales, remontándose a la época de la primera República española, cita a Olave, en aquel tiempo en que Navarra, dudando si había de constituirse en estado federal o formarlo con las provincias vascas, con Aragón o la Rioja, acordó al fin formar por sí sola un Estado. Olave propuso unas bases, que fueron acordadas en una asamblea celebrada en Estella por el partido federal, en las que, entre otras, figuraba aquella por la cual podrían reincorporarse a Navarra los territorios de la Rioja, de las Vascongadas y de la sexta merindad de Ultrapuertos, hoy pertenecientes a Francia.

El sentimiento fuerista navarro demostrado con motivo de la gesta patriótica denominada con el título de la Gamazada es objeto a continuación de un cántico entusiasta que el culto conferenciante eleva a los héroes de Navarra.

El suceso es casi de ayer –agrega el conferenciante- ya que realizóse treinta años ha, habiéndose suscitado con ocasión de un problema de orden crematístico, cual era la exigencia del ministro de Hacienda, Gamazo, de aumentar el cupo tributario de Navarra, con quebrantamiento del pacto vigente. Con tal motivo las gestiones de los representantes navarros fueron múltiples y el pueblo recibió a los diputados como se recibe a los héroes. A este respecto hace mención del grupo de vizcaínos que al frente de Sabino de Arana y Goiri honraba en unión de los navarros a los héroes de Navarra. El Gobierno de Madrid hubo de resignarse ante la decisión de Navarra y el régimen económico de Navarra quedó entonces como estaba. Invariado. No se aceptó fórmula alguna. Navarra triunfó.

Por último, tributa merecidas alabanzas a aquella admirable institución que con el nombre de “Asociación Eúskara de Navarra” se constituyó, el año 1877, en casa de don Juan Iturralde y Suit, con asistencia de los ilustres navarros Campión, Oloriz, Estanislao Aranzadi, Salvador Echaide, Florencio Ansoleaga, Dámaso Legaz, etc. Se crearon secciones de lengua y literatura vasca, etnografía, historia, arte, legislación, agricultura, instrucción y moralidad, industria y comercio y en estrecha relación se publicó un diario titulado el “Lau Buru”.

Y después de señalar la coincidencia con la naciente sociedad “Euskalerria” de Bilbao, interroga: ¿No os parece que, sin mengua de los méritos de nadie y menos de Sabino Arana, el apóstol, puede afirmarse que allá en la “Asociación Eúskara de Navarra”, están, en precursión, en raíz, en germen, el renacimiento del nacionalismo vasco?

Para terminar el conferenciante dedica sus palabras a la situación actual y perspectivas de Navarra en orden a los problemas tratados en la conferencia.

El movimiento actual –dijo- es lamentable. Navarra siente –y está muy bien- la preocupación religiosa. No siente la preocupación foral, señalando como culplables de ello a los dirigentes de la política derechista que no advierten que los intereses religiosos en nuestro pueblo más pueden esperar salvaguarda de la autonomía propia que del españolismo centralista.

No cree sin embargo, irremediable, el desvío. Las masas honradas de Navarra pueden ganarse todavía para el vasquismo pero partiendo del sentimiento foral y cambiando la terminología usual aquí en Guipúzcoa y en Vizcaya, porque son las palabras, el léxico, el vocabulario, más que las esencias lo que se repudia en la capital y en las grandes zonas deseuskerizadas.

Hay que hablar en Navarra, del fuero y hay que convencer a las gentes –y es la verdad- de que el fuero conduce necesariamente al patriotismo vasco.

Con esta táctica –termina diciendo el señor Etayo- se ganará Navarra para la causa de la patria vasca.

El notable y culto conferenciante recibió una cálida ovación prolongada en premio a su docta e interesante disertación pronunciada anoche en Euzko Pizkunde y transmitida por la emisora de Unión Radio, recibiendo asimismo un sinnúmero de felicitaciones y llamadas telefónicas, entre otras, la del presidente del Gipuzko y del Euzkadi Buru Batzar, don Teodoro de Ziaurriz.

domingo, 10 de noviembre de 2013

A MODO DE HOMENAJE: SOBRE EL YO ACUSO DE DEMETRIO LOPERENA DE 2007.


El recientemente fallecido catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad del País Vasco y Decano de la Facultad de Derecho de San Sebastián de la misma Universidad, el aezcoano Demetrio Loperena Rota escribió el 10 de agosto de 2007 un artículo, titulado "Yo acuso", en el que se refería a la postura del PSN de romper las negociaciones con Nafarroa Bai, posibilitando así la continuidad del Gobierno de UPN. A modo de homenaje a su figura y considerando la persistencia de las cuestiones a las que se refería entonces, reproducimos aquel artículo, así como el comentario sobre el mismo que se hacía en una entrada en el blog Nabarratik.

El artículo decía lo siguiente:

“El presidente del Gobierno de España ha sido secuestrado por su Ejecutiva con luz y taquígrafos. Un castigo por su aparentemente errónea política antiterrorista y una maniobra descarada para que no sea el próximo presidente del Gobierno. Ninguna persona insegura o débil puede ganar unas elecciones.

Ante la pérdida de la última esperanza de normalización política en Navarra, yo acuso.

Yo acuso de discriminación planificada contra los navarros que se sienten vascos contraviniendo gravemente el principio de no discriminación que garantiza la Constitución, arts. 1.1, 3.3 (la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección) y 9.2 (obligación de remover los obstáculos para que la igualdad adquiera su plenitud).

Yo acuso de violar sistemáticamente el art. 44 de la Constitución negando el derecho a la cultura vasca a la mayoría de los navarros.

Yo acuso de tratar institucionalmente a los navarrovascos como subciudadanos, esto es, privados de algunos derechos fundamentales, creando una suerte de guetos administrativos a través del mecanismo malicioso de convertir en sinónimas las palabras vasco y etarra.

Yo acuso de empujar a la cultura vasca al único refugio político del nacionalismo vasco.

Yo acuso de que en Navarra ser vasco y español sea imposible.

Yo acuso de vetar en el ámbito institucional lo que en el ámbito social es normal. En Navarra, en todas las familias o grupos de amigos existen vasquistas y no vasquistas y hemos aprendido a llevarlo con normalidad. Cuando Adolfo Suárez recibió el encargo del Rey de democratizar España, sintetizó con estas sabias palabras su proyecto: "Tenemos que asumir institucionalmente como normal lo que en la calle es sencillamente normal". En Navarra se sigue caminando en sentido inverso.

Yo acuso de que para promocionar en la Administración e indirectamente en muchas empresas, hay que despojarse de los aditamentos vascos, relegando su disfrute a la intimidad.

Yo acuso de practicarse la delación a los efectos anteriores.

Yo acuso de discriminar al asociacionismo navarro que incorpora señas de identidad o proyectos filovasquistas.

Yo acuso de convertir en invisibles en el exterior las aportaciones navarras a la cultura vasca.

Yo acuso de favorecer con estos comportamientos el mantenimiento de un sector de la juventud radicalizado.

Yo acuso de que en la mayor parte de las oposiciones en Navarra se da a la lingua navarrorum, como la llamaron los romanos, igual valor que al conocimiento de lenguas extranjeras.

Yo acuso de que los altos funcionarios del Estado destinados a Navarra tienen que medir sus decisiones ante el temor de ser tenidos por filovasquistas.

Yo acuso de purga previa para nombrar a los miembros del Consejo de Navarra, del Tribunal Administrativo de Navarra o, más recientemente, del Consejo de Redacción de la Revista Jurídica de Navarra.

Yo acuso de negarse a convertir en municipios vascófonos a los que sus ayuntamientos lo han solicitado.

Yo acuso de discriminar brutalmente en el plano económico a los ayuntamientos desafectos, esto es, vasquistas.

Yo acuso de hacer política antivasca hasta con las señales de tráfico.

Yo acuso de que lo que es normal en materia cultural en todas las demás comunidades autónomas con lengua propia en Navarra sea sacrilegio.

Yo acuso de promocionar prácticas políticas antidemocráticas como es el frentismo.

Yo acuso de manipular la historia de Navarra para que la lengua vasca no exista, a pesar de ser la más hablada hasta hace poco más de dos siglos.

Yo acuso de que los estudiantes euskaldunes no tienen los mismos derechos en su educación que los castellano-hablantes.

Yo acuso a la Iglesia católica de convertir al clero euskaldun en invisible; de no atender en vascuence a gran parte de los feligreses de este idioma; de hacer sentir vergüenza a muchos navarros de buena fe por hablar euskera.

Yo acuso de echar la culpa de todos nuestros males a la oposición, especialmente si es vasquista. En Navarra, a diferencia del resto del planeta, la culpa de lo malo siempre la tiene la oposición, nunca el Gobierno.

¿Estáis seguros de que "por responsabilidad", como dice Pepiño, vais a favorecer la investidura de quienes ignoran a sabiendas algunos derechos humanos de muchos navarros? ¿Estáis seguros de no estar contribuyendo a la caída de Zapatero, deseada por algunos fósiles de vuestro partido?”.

Por su parte, en el blog Nabarratik, en el que se siguió con detenimiento aquel proceso negociador, se comentaba sobre dicho artículo:

“Estamos de acuerdo con todas esas aseveraciones. En sí, lo más preocupante del boicoteo del PSOE a un gobierno transversal de convivencia y progreso con Nafarroa Bai y con IU es el hecho de que tras él late la apuesta por un sistema político, el sistema político del Amejoramiento que este año cumple 25 años, en el que el tercio del electorado vasquista queda relegado a una situación de exclusión. Ese tercio de la población queda subordinado a una posición de ciudadanos de segunda ya que, con la excusa de las "razones de Estado", se le aparta de las opciones de gobernar y administrar Navarra. Esa posición subordinada hace que los discursos constitucionalistas referentes a la igualdad de los ciudadanos ante la ley queden aquí, en la práctica, ciertamente disminuídos”.